DEVORADO
sin nadie
nada amparaba su sed
su sequedad sin manantial
y entre barrotes de papel escribía sobre lo frágil
y entre pedregales narraba la inquietud
de las fisuras
sin nadie
nada le ofrecía el rastro de una cadencia de luz
su luminosidad sin afluentes
y entre escombros hallaba las huellas de las últimas tormentas
y entre las cenizas calcinadas de su infancia olvidó el amor
de su primera madre
De: Cien fuegos
Daniel Noya
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