IMITACIÓN DE MATSUO BASHO
Fuimos rebeldes y audaces. Yo la convencí de la nueva
moral que ni aún yo tenía, y huimos sin ceremonia ni consentimiento. Ella trepó
ágilmente a la grupa de mi caballo y así cabalgamos hasta las primeras
estribaciones de la sierra. Bordeábamos los poblados y con ramas desgajadas
íbamos cubriendo nuestras huellas. Nos detuvimos en una aldea cuyo nombre alude
a la contemplada limpidez del río que la atraviesa.
Había clara luz de la tarde cuando el posadero nos
abrió la pesada puerta de palo. A pesar de reconocer en él a un hombre sin
suspicacias, le mentimos nuestros nombres. Le encargué una buena habitación
para nosotros y cuidados para nuestro caballo. Ella, azorada y hambrienta,
mordía a mi lado una manzana.
El cuarto era blanco y olía a resinas de eucalipto.
Aunque ofrecido con excesiva modestia por el posadero, allí hallamos seguridad.
Desde el pie de nuestra ventana los trigales ascendían hasta las faldas
riscosas donde pastaban los animales del monte. Las cabras se perseguían con
alegre lascivia y se emparejaban equilibrando peligrosamente sobre las agujas
rocosas. Ella cerró la ventana y yo empecé por desatar su largo cabello.
Fuimos rebeldes y audaces. Sin embargo, ahora nos
perdonan nuestras familias y nos perdonamos nosotros mismos. Nuestro hogar ha
sido tardíamente consagrado. Eso es todo. Nunca traicioné otras grandes
verdades porque quizá no las tuve, excepto el amor que me hizo edificar una
casa, excepto el amor que nunca debió edificar una casa.
A veces pienso cabalgar nuevamente hasta esa posada y
colgar en su puerta estos versos:
En la cima del risco
retozan el cabrío y su cabra
Abajo, el
abismo
El huso de la palabra
José Watanabe
No hay comentarios:
Publicar un comentario