“La poesía no
puede morir. ¿Si no quién cantaría la esperanza?”
(Léopold Sédar Senghor)
En la mitad de mi noche
yacen las promesas desparramadas sobre la
cárcel de mi cama,
las serpientes mudan de camisa y aúllan los
lobos poéticos
de mi desdicha.
Ya no tengo más insomnios ni mis ojeras
pueden
ser más negras.
En la mitad de mi noche
llora la soledad de mi delirio y mi corazón
ya no danza.
En
la
mitad
de mi noche
soy un párpado apagado,
un jirón de hielo en el centro de un gran
incendio.
Soy el crepúsculo sin claridad dando vueltas
sobre un eterno círculo,
la migaja del festín
de los labios,
el eco de una canción
que recuerda
el vibrante mediodía.
En la mitad de la noche
escucho los coágulos de mi tristeza
y mi lecho es de piedra,
mis manos de escarcha del destierro
y mi piel se hunde en el abismo sin garras
de la última tierra.
De: No todos los días alcanzan la belleza
(en preparación)
Daniel Noya
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