Muere John Berger
Los poemas no se parecen
a los cuentos, ni siquiera cuando son narrativos. Todos los cuentos tratan de
batallas, de un tipo o de otro, que terminan en victoria y derrota. Todo,
avanza hacia el final, cuando habremos de enterarnos del desenlace.
Indiferentes al
desenlace, los poemas cruzan el campo de batalla, socorriendo a los heridos,
escuchando los monólogos delirantes del triunfo y del espanto. Procuran un tipo
de paz. No por la hipnosis o la confianza fácil, sino por el reconocimiento y
la promesa de que lo que se ha experimentado no puede desaparecer como si nunca
hubiera existido. Y, sin embargo, la promesa no es la de un monumento. (¿Quien
quiere monumentos en el campo de batalla?) La promesa, está en que el lenguaje
ha reconocido, ha dado cobijo, a la experiencia que lo necesitaba, lo pedía a
gritos.
Los poemas están más
cerca de las oraciones que los cuentos, pero en la poesía no hay nadie detrás
del lenguaje que se recita. Es el propio lenguaje el que tiene que oír y
agradecer. Para el poeta religioso, la Palabra es el primer atributo de Dios. En toda la
poesía, las palabras son una presencia antes de ser medios de comunicación.
No obstante, la poesía
utiliza las mismas palabras y, más o menos, la misma sintaxis que, por ejemplo,
el informe anual de una empresa multinacional. (Empresas que preparan, para su
propio provecho, los más terribles campos de batalla del mundo moderno).
¿Qué hace entonces la poesía para transformar tanto el lenguaje que, en lugar
de limitarse a comunicar información, escucha y promete y desempeña el papel de
un dios?
El que un poema use las
mismas palabras que el informe de una multinacional no es más significativo que
el hecho de que un faro y una celda de prisión puedan estar construidos con
piedra de la misma cantera, unidas con la misma argamasa. Todo depende de la
relación entre las palabras. Y la suma total de todas esas relaciones posibles
depende de la manera en la que el escritor se relaciona con el lenguaje, no
como vocabulario, no como sintaxis, ni siquiera como estructura, sino como un
principio y una presencia.
El poeta sitúa el
lenguaje fuera del alcance del tiempo; o, más exactamente, el poeta se aproxima
al lenguaje como si fuera un lugar, un punto de encuentro, en donde
el tiempo no tiene finalidad, en donde el propio tiempo es absorbido y
dominado.
La poesía habla, con
frecuencia, de su propia inmortalidad, y esta reivindicación es mucho más
trascendente que la de un poeta determinado perteneciente a una historia
cultural determinada. No debe confundirse aquí la inmortalidad con la fama
póstuma. La poesía puede hablar de inmortalidad porque se abandona al
lenguaje en la creencia de que el lenguaje abraza toda experiencia,
pasada, presente y futura.
Seria engañoso hablar de
la promesa de la poesía, pues una promesa se proyecta en el futuro, y es
precisamente la coexistencia del futuro, el presente y el pasado lo que
propone la poesía.
A una promesa que afecta
el presente y al pasado tanto como al futuro mejor la llamaríamos
certeza.
Una vez en un poema
John Berger
DOCE TESIS SOBRE LA ECONOMÍA DE LOS MUERTOS
1. Los muertos rodean a los vivos. Los vivos son el centro de los
muertos. En ese centro están las dimensiones del tiempo y del espacio. Lo que
rodea al centro es atemporal.
2. Entre el centro y lo que lo rodea hay intercambios, que por lo
general no son claros. Todas las religiones se preocuparon por hacerlos más
claros. La credibilidad de la religión depende de la claridad de ciertos
intercambios inusuales. Las mistificaciones de la religión son el resultado de
intentar producir tales intercambios de manera sistemática.
3. La infrecuencia del intercambio claro se debe a la infrecuencia
de que algo pueda atravesar intacto la frontera entre la atemporalidad y el
tiempo.
4. Considerar que los muertos son los individuos que alguna vez
fueron tiende a oscurecer su naturaleza. Tratemos de considerar a los vivos
como podríamos pensar que lo hacen los muertos: de manera colectiva. El
colectivo se extendería no sólo a través del espacio, sino también a lo largo
del tiempo. Comprendería a todos aquellos que alguna vez vivieron. Así también
pensaríamos en los muertos. Los vivos reducen a los muertos a aquellos que
vivieron, pero los muertos comprenden ya a los vivos en su propio gran
colectivo.
5. Los muertos habitan un momento atemporal de construcción que
recomienza constantemente. La reconstrucción es el estado del universo en todo
instante.
6. De acuerdo con su memoria de la vida, los muertos saben que el
momento de construcción es también un momento de caída. Dado que vivieron, los
muertos nunca pueden ser inertes.
7. Si los muertos viven en un momento atemporal, ¿cómo pueden
tener memoria? Todo lo que recuerdan es que se los precipitó al tiempo, como
hace todo lo que existió o existe.
8. La diferencia entre los muertos y los que no nacieron es que
los muertos tienen ese recuerdo. A medida que aumenta el número de muertos, la
memoria crece.
9. La memoria de los muertos que existen en la atemporalidad puede
pensarse como una forma de imaginación relacionada con lo posible. Esa
imaginación está junto a (reside en) Dios, pero no sé cómo.
10. En el mundo de los vivos hay un fenómeno equivalente, pero
opuesto. En ocasiones los vivos experimentan la atemporalidad, tal como se
revela en el sueño, en el éxtasis, en instantes de peligro extremo, en el
orgasmo y tal vez en la experiencia de la muerte. En esos instantes la
imaginación de los vivos abarca todo el campo de la experiencia y excede los
límites de la vida o de la muerte individual. Toca la imaginación expectante de
los muertos.
11. ¿Qué relación tienen los muertos con lo que aún no sucedió,
con el futuro? Todo el futuro es la construcción a la que está entregada su
'imaginación'.
12. ¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el
capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia
de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismos incompletos. De
esa forma, vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de
egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con
consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en
términos de los 'eliminados'.
Páginas de la herida
John Berger
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