Yo amaba a un hombre que solía estar callado.
Callaba en la oficina y en la mesa
en los viajes callaba
y en la cama.
Yo amaba a un hombre que jamás gritaba.
Lo respetaba como a un río cuando nace
como a la montaña que no muere.
Como a un árbol.
Yo amaba a un hombre
que tenía mi voz entre sus manos.
Carina Sedevich
en Escribió Dickinson (Alción Editora, 2014).
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