“ y
esperó tranquilamente el sol de la mañana”
(Carson McCullers)
-¿Ha recibido alguno de vosotros una señal de
los cielos?
-preguntó el abuelo-.
El dolor era visible y parecía que traspasase
las paredes.
-La verdad es que no es mi deseo discutir
pero parece
una pregunta un tanto estúpida,
dijo la abuela…
Todos nos
quedamos de repente mudos.
Se podían
escuchar incluso los latidos de nuestros corazones estériles.
-¿Una señal de los cielos?
Yo una vez vi en el cielo un pálido reflejo verdoso que parecía
un pensamiento
que naciese desde la misma brisa del
mar.
Se me hizo un
nudo en la garganta al pronunciar estas palabras.
-Chúpate ésa…
¿Qué os parece el poeta?
Y todos se
echaron a reír.
El sol de la mañana brillaba con
fuerza
y estábamos
jodidamente preocupados.
Hasta que la
plácida expresión de su cara se esfumó
y comenzó a
brotar de sus ojos un interminable llanto.
De sus labios
salían ahora solo palabras solitarias
como oscuridad
y vacío.
- No necesito dormir mucho pero hoy voy a echarme un rato.
Necesito
quitarme de la cabeza este mal presagio.
La sangre
entra al corazón.
La sangre sale
del corazón.
Y una vez ya
no vuelve jamás.
Eso es todo.
Murió al día
siguiente.
Comprendí cuál
era la señal que había recibido del cielo.
Y desde
entonces
me acompaña su
recuerdo cuando miro hacia arriba
y veo
estrellas
que parecen
describir pálidos reflejos verdosos
y círculos y
más círculos
que parecen
componer una sinfonía para una orquesta
entera.
Daniel Noya
De: La sabiduría de las uvas
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