Al
leer un libro de poesía debemos sentir lo que ya dijo la poeta de Amherst –el Gigante no tolera al Mosquito– que
tu cuerpo se hiela hasta el punto que no hay fuego que pueda calentarlo. Eso es lo que he sentido al leer “El arsénico diario” y espero que este arsénico os envenene como
a mí de vida.
(Daniel Noya)
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