LOS AMANTES INADECUADOS
Mis amantes
nunca
fueron
hermosos.
Delgados, de
venas exclamantes,
esculpidos en
hueso,
dramáticos,
tiernamente trágicos
hasta la risa.
Mis amantes
eran difíciles.
Se resistían
salvajemente
para luego
entregarse,
resignados e
imposibles,
con la soberbia
domesticada,
la cabeza baja
mirando mi
sexo,
destruidos por
el deseo,
más poderoso
que el espíritu.
Tristes.
Ninguno me
dobló,
hasta que el
mismo demonio
abrió mis hojas
débiles
y entró
para no salir.
Me hizo fanática
de su sexo,
me desvió la
lujuria
hacia el mismo
centro de su boca,
concentró la
sorpresa
en sus pasos
arrastrados;
el placer, en
el sonido
de su voz
categórica,
en la gravidez
de sus ojos.
Me acostumbró a
sus costumbres,
me creó la
necesidad de necesitarlo,
y por fin se
ofreció a suministrarme
la dosis de sí
mismo de la que
me hizo
depender.
Luego me
instaló
un tumor
benigno
en el útero.
Y ahora todo es
diferente,
todo es
diferente.
Y ya no
estoy
sola.
De: La ternura de los lobos
Eva Vaz
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