(Por si lo leyeras…)
No me descubras
la pálida calidez
la pálida calidez
de una isla remota que no
tocan las manos,
de una mañana huérfana
de una mañana huérfana
en la que mis cuerpos
esperan a la
muerte,
de esa inútil lengua muda y sin saliva
que sólo sabe balbucear
en el idioma de la
tristeza.
No me ofrezcas
las oscuras tinieblas de los caminos sin sauces.
No me des
las oscuras tinieblas de los caminos sin sauces.
No me des
la soledad
de una página en blanco.
de una página en blanco.
Ni tampoco la ladera virgen por la
que no camina nadie.
No me ofrezcas la fruta podrida de los
deseos marchitos.
Dame
la calidez
como si fuese el sentido único del
abismo bajo la luz de los ojos
de las estrellas,
de las estrellas,
como si fuese la consigna secreta de
las sílabas,
como si fuese la piel que entiende el
secreto de los susurros
bajo el brillo húmedo
de la última noche.
No todos los días
alcanzan la belleza
Daniel
Noya
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