Todo el arte de Kafka consiste en obligar al
lector a releer. Sus desenlaces, o la ausencia de desenlaces, sugieren
explicaciones, pero que no se revelan claramente y que exigen, para que
parezcan fundadas, una nueva lectura del relato desde otro ángulo. A veces
hay una doble posibilidad de interpretación, de donde surge la necesidad
de dos lecturas. Eso es lo que buscaba el autor. Pero sería un error
querer interpretar todo detalladamente en Kafka. Un símbolo está siempre
en lo general, y, por precisa que sea su traducción, un artista no puede
restituirle sino el movimiento: no hay traducción literal. Por lo demás,
nada es más difícil de entender que una obra simbólica. Un símbolo supera
siempre a quien lo emplea y le hace decir en realidad más de lo que cree
expresar. A este respecto, el medio más seguro de captarlo consiste en no
provocarlo, en leer la obra con un espíritu no prevenido y en no
buscar sus corrientes secretas. En cuanto a Kafka en particular, está bien
consentir en su juego, y acercarse al drama por la apariencia y a la
novela por la forma.
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