(Para Merche López Romo,
que expresa
sin palabras, pero con todos los colores, la belleza del mundo)
Escribir
sobre el sabor
de tus
colores sobre el lienzo.
Poner en
palabras,
por
ejemplo,
el azul del
cielo que cubre las amarillentas montañas
del lejano
valle.
Ver cómo
dibujas el bosque como una explosión
de luz
en la piel
incandescente de la tarde.
Sentir
cómo
encierras en el reflejo del agua, en la quietud de las flores,
el misterio
visual e inexplicable de la vida.
Soñar que
te envuelves en ese color blanco
que se
difumina en manchas con la nube,
respirar sobre
esa blancura que se confunde a lo lejos con la nieve,
sentir
al color
blanco viajar
hacia la
azul claridad de nuestros ojos que contemplan,
como
espejos,
la bondad
que nace de tus manos.
Daniel Noya
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