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Huérfano corazón
ya no
murmuras en el desorden de la noche,
ya no
hablas a la eternidad
ni
cantas
la luz
del mediodía.
Escribes
desde
la ausencia, sin hondura, bebiéndote el dolor
a
sorbos,
lastimándote
la fantasía,
dejándote
las
pupilas en la oscuridad de tus póstumos papeles.
Ya no
te agitas en las raíces
ni te
secas las lágrimas en la madrugada al calor de las hogueras.
Ya no
sangras, corazón, en el acento de la brisa
con la
que se despide noviembre.
Y escribes
alejándote
del vértigo con el que la piel
ama a
otro cuerpo
y ama
la respiración del aire.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
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