ORACIÓN
Para mis días pido,
Señor de los naufragios,
no agua para la sed, sino la sed,
no sueños
sino ganas de soñar.
Para las noches,
toda la oscuridad que sea necesaria
para ahogar mi propia oscuridad.
De: Tretas del débil
Piedad Bonnett
“que viven de un segundo de amor entre el reloj de nieve y el mar sin rostro... (Jacinto Santos)
“La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.”
(ALDO PELLEGRINI)
ORACIÓN
Para mis días pido,
Señor de los naufragios,
no agua para la sed, sino la sed,
no sueños
sino ganas de soñar.
Para las noches,
toda la oscuridad que sea necesaria
para ahogar mi propia oscuridad.
De: Tretas del débil
Piedad Bonnett
(98)
Huérfano corazón
ya no
murmuras en el desorden de la noche,
ya no
hablas a la eternidad
ni
cantas
la luz
del mediodía.
Escribes
desde
la ausencia, sin hondura, bebiéndote el dolor
a
sorbos,
lastimándote
la fantasía,
dejándote
las
pupilas en la oscuridad de tus póstumos papeles.
Ya no
te agitas en las raíces
ni te
secas las lágrimas en la madrugada al calor de las hogueras.
Ya no
sangras, corazón, en el acento de la brisa
con la
que se despide noviembre.
Y escribes
alejándote
del vértigo con el que la piel
ama a
otro cuerpo
y ama
la respiración del aire.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
(Para Merche López Romo,
que expresa
sin palabras, pero con todos los colores, la belleza del mundo)
Escribir
sobre el sabor
de tus
colores sobre el lienzo.
Poner en
palabras,
por
ejemplo,
el azul del
cielo que cubre las amarillentas montañas
del lejano
valle.
Ver cómo
dibujas el bosque como una explosión
de luz
en la piel
incandescente de la tarde.
Sentir
cómo
encierras en el reflejo del agua, en la quietud de las flores,
el misterio
visual e inexplicable de la vida.
Soñar que
te envuelves en ese color blanco
que se
difumina en manchas con la nube,
respirar sobre
esa blancura que se confunde a lo lejos con la nieve,
sentir
al color
blanco viajar
hacia la
azul claridad de nuestros ojos que contemplan,
como
espejos,
la bondad
que nace de tus manos.
Daniel Noya
(97)
Apegado
a la lluvia,
al
presente,
casi huérfano
de luz, de aire, lejos de la frase
desveladora
que
abrirá de par en par el único camino,
cerca de
la voz que fue como un soplo verde,
como un
jardín secreto para hablarte con la lengua del amor,
apegado
también
al
invierno
y
oyendo en silencio el ulular de mi soledad,
lejos del
lugar
donde
tantas veces estuve recreándome en la belleza
del
cuarzo,
ahora
sí deshojando el último círculo,
apenas
ya visible y cerca de ser ya polvo,
con la
tormenta en las manos y el cuerpo lleno
de
agujeros,
apegado
a la noche,
dibujando
en la
memoria de una última página en blanco
la
gramática
de unos
versos que nieguen la herida sin cicatrizar
de
todos mis poemas tristes.
De: Cien fuegos
Daniel Noya