Imagen: Demetriodigrado |
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No sabes nada de
mí:
nada de mis vigilias
cuidando que no se apague el fuego
del amor,
apenas reconoces leves ecos de mis antiguas desdichas.
Desconoces
los catálogos
ya desordenados de mi felicidad que saben al anochecer
a tristeza
y a ceniza.
Nada sabes de los poros ocultos de mi piel de éter,
de mis labios besando los contornos grises
del abismo.
Ignoras
todo de mi alma sin ti entre paréntesis,
sin ti entre tinieblas.
Nada sabes de la ausencia de mi nombre que duerme entre tus
brazos,
de mis latidos más lejanos,
del silencio
de mi lengua con el que pronuncio tu distancia
y me encierro en mi soledad
más secreta.
Nada de mi memoria descubriendo los idiomas celestes
de esta tierra
donde planté todos estos poemas.
Nada sabes del frío de mis ojos.
Desconoces
a qué sabe mi cuerpo cuando lo roza el verano,
a qué huele mi vida cuando bebo un sorbo de belleza
y te la entrego
para que otra vez me ignores.
De: Cien fuegos
(en preparación)
Daniel Noya
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