CUARENTENA
Salir sin mancha
de este atroz encierro,
huir
sin demasiadas cicatrices
de este desamparo
y respirar de nuevo con
los dedos el olor de la lluvia
y de los oscuros
soportales donde vivía el frío.
Pasear sin máscaras por
las limpias calles de nuestra infancia.
Escapar sin sombras,
cruzar las aceras hacia
el infinito,
sin pánico recordar las
huellas más minúsculas
de los besos.
Y otra vez
tocar con la manos
sucias los alimentos,
abrazarnos a las
paredes pintadas de cal
y de humedades antiguas
y, como si fuera la
primera vez,
mirarnos a los ojos,
besarnos los cuerpos
como si fuesen los jardines luminosos
de las más hermosas
palabras.
Tocarnos eternamente las
manos.
Perdernos a través de
todas las rendijas
de esta tierra,
salir de nuevo
de esta cárcel de
lejanías y de lágrimas
para encerrarnos otra
vez en nuestra casa,
ahora sí
en el milagro sin ventanas cerradas y al aire
libre
de nuestra vida.
De: Cien fuegos
Daniel Noya
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