LA PIEDRA
Tengo en la lengua
la maldición, el rabioso improperio,
y en mi mano la piedra vengadora,
la que mi pena adensa, afila.
Pero no hay blanco,
ni rostro,
ni oído.
Y ni siquiera un nombre que yo pueda
apostrofar.
Dios está muerto
hace tanto
y
el destino
es tan sólo una máscara que el vacío se
pone.
Sólo puedo
acariciar la piedra, su fría
contundencia,
reconocer
su modo impenetrable de ser contra mi
mano.
Explicaciones no
pedidas
Piedad Bonnett
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