Piedralaves |
(A Emma)
Nos gusta la
palabra estiaje, arrojar a lo lejos los huesos
de las cerezas con la boca, pegar la nariz a la ventana
y oler el frío del invierno.
También
amamos de corazón la palabra escalofrío.
Qué felicidad
encontramos en coleccionar hojas de colores,
buscarlas
entre los desnudos del otoño
y cómo
disfrutamos cuando las gotas de la lluvia resbalan
por
nuestra lengua
y cuánto nos
alegra descubrirnos en los amaneceres
y acercarnos
en las noches de tormenta.
Ver sin
volumen la televisión nos hace mucha gracia.
Como que la lea
en francés un verso que dice:
La musique savante manque à notre désir.
No me
entiende cuando le digo que en matemáticas hay ecuaciones
que se
resuelven aislando el radical
y que se me
ha ocurrido que esto puede ser el comienzo
de una poesía política.
de una poesía política.
Ninguno entendemos que pueda producir tristeza el cambio de las estaciones,
que el
cuchillo sirva para otra cosa que para cortar el pan,
que alguien
no pueda disfrutar del rocío
y de los
azules de los insectos.
Nos encanta
aprendernos de memoria los afluentes y que en España
haya un río
que se llame Mundo
y que haya
precipitaciones,
barrancos,
ondas
e inviernos templados.
Nos gusta ver las fotografías de los prados y que la vegetación se llene
de castaños,
cardones
y encinas.
Qué alegría
aprender que la limnología
sea el
diagnóstico de las aguas
o en qué lugares tan lejanos están las cordilleras
y los lagos más extraños.
En fin,
nos gusta ser
felices,
que en la palabra hiato haya un diptongo y que lleve tilde la palabra día,
arroparnos
entre los barrotes dulces del invierno
con un mapa para viajar con nuestros
dedos luminosos,
sentir sencillamente que estamos cerca,
con la
televisión sin volumen
y la palabra estiaje
pegada como un radiante imán
a nuestros
labios.
Daniel Noya
De Algo sucede en su mirada
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