“La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.”

(ALDO PELLEGRINI)

domingo, 13 de noviembre de 2016

Nos gustan las palabras

Piedralaves

















                           (A Emma) 


Nos gusta la palabra estiaje, arrojar a lo lejos los huesos

de las cerezas con la boca, pegar la nariz a la ventana

y oler el frío del invierno.



También amamos de corazón la palabra escalofrío.



Qué felicidad encontramos en coleccionar hojas de colores,

buscarlas entre los desnudos del otoño

y cómo disfrutamos cuando las gotas de la lluvia resbalan

por  nuestra lengua

y cuánto nos alegra descubrirnos en los amaneceres

y acercarnos en las noches de tormenta.



Ver sin volumen la televisión nos hace mucha gracia.



Como que la lea  en francés un verso que dice:

La musique savante manque à notre désir.



No me entiende cuando le digo que en matemáticas hay ecuaciones

que se resuelven aislando el radical

y que se me ha ocurrido que esto puede ser el comienzo 

de una poesía política.



Ninguno entendemos que pueda producir tristeza el cambio de las estaciones,

que el cuchillo sirva para otra cosa que para cortar el pan,

que alguien no pueda disfrutar del rocío  

y de los azules de los insectos.



Nos encanta aprendernos de  memoria los afluentes y que en España

haya un río que se llame Mundo

y que haya precipitaciones,

barrancos,

ondas

e inviernos templados.



Nos gusta ver las fotografías de los prados  y que la vegetación se llene

de castaños,

cardones

y encinas.



Qué alegría aprender que la limnología

sea el diagnóstico de las aguas

o en qué lugares tan lejanos están las cordilleras

y los lagos más extraños.



En fin,

nos gusta ser felices,

que en la palabra hiato haya un diptongo y que lleve tilde la palabra día,

arroparnos entre los barrotes dulces del invierno

con un mapa para viajar con nuestros dedos luminosos,


sentir sencillamente que estamos cerca,

con la televisión sin volumen


y la palabra estiaje


pegada como un radiante imán

a nuestros labios.




                                                  Daniel Noya

                                           De Algo sucede en su mirada 
      






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