Entregué el azul más azul de la
primavera, la roja pasión del estío, la dorada madurez del otoño. Dejadme
ahora, solo y libre, adentrarme en el invierno final, abrigado por el rescoldo
de lo que fue o pudo ser mi vida.
Pero no tengo derecho ni a pensarlo. La
vida y la lucha por un mundo más justo continúan. Y solamente el que se excluye
se siente verdaderamente solo. He vivido la vida que he preferido vivir, la
vida dura pero noble de un revolucionario. Y a pesar de los naufragios sufridos
y las decepciones que la lucha y la vida nos deparan, si mil veces naciera mil
veces volvería a ser lo que soy y a pensar como pienso.
(…)
Ya no me queda futuro para ver la
victoria plena de nuestros redentores y nobles ideales. La verán y la disfrutarán
nuestros hijos, o los hijos de nuestros hijos.
(…)
Estoy orgulloso de mi vida, de los
camaradas que me acompañaron en la lucha, de las nobles ideas que dieron
sentido a mi existencia, y sigo pensando que vivir para los demás es la mejor manera de vivir para uno mismo.
(…)
Mi casa y mi corazón
nunca cerrados: que pasen
los pájaros, los amigos,
el sol y el aire.
Decidme cómo es un árbol.
Marcos Ana.
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