Al borde del malestar
la eternidad soñada ya no es un remanso.
¿Por qué todo es en vano?
La fragilidad de mi vacío corazón
sin ataduras,
mi tórrida relación con la duermevela,
las infinitas tonalidades de la poesía,
el torrente
sin fin
de lo que queda definitivamente en
penumbra.
Y todo lo que me queda es débil sabiduría.
Qué feliz península era entonces la de dos cuerpos
desnudos
amándose.
Y qué triste lejanía es ahora la brevedad de la
nieve
entre mis manos escarchadas.
De: Bajo el secreto de una luz memorable
Daniel Noya
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