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Los
instantes se parecen.
A veces
son nubes pasajeras, manantiales
de luz
que se
agotan
y luego
reaparecen en el color amarillento de las hojas
de
algunos árboles.
Los
instantes son sombras que calman,
raíces
que nacen en la piel joven
como
hogueras luminosas.
Los
instantes son también
el
deseo de perderse en una isla llena sólo de pájaros
o las
ganas de abrazarse a la tierra
y
sentir el beso tardío
del
aire.
Los
instantes siempre son alejarse del relámpago de la muerte.
Son
barro efímero, frío dolor, risas que aman,
escarbar
en la
arena de la infancia
para de
nuevo volver a encontrar la poesía de la inocencia.
Los
instantes son hojas caídas,
labios
que se
abren a la alegría de los silencios,
rincones
donde se dibujan a vuelapluma las estaciones.
Son a
veces el lugar donde se respira el placer sin mentiras
en la
orilla de tus ojos.
Son
otras veces el mensaje del mar sobre la arena caliente
donde
aprendemos
la
belleza de la vida.
Los
instantes se parecen.
Los
instantes son respiraciones
donde
sólo cabe el infinito,
donde
sólo caben las lágrimas de los recuerdos
y las
canciones
de la
lluvia.
De: Cien fuegos
Daniel Noya