En mi cuerpo,
a veces duro como
el topacio,
siempre frágil
como el escalofrío de una rosa
en una mañana reluciente
hay una
herida
roja,
una gris espina silenciosa
como la muerte.
Hay un nido sin alma,
un dolor de frío invierno,
un vacío a
lo lejos
que no
tiene apenas memoria.
En mi cuerpo hay una voz,
un naufragio,
un lejano presagio que sale de mi boca
y habla poco
a poco a tu corazón
sin apenas
palabras.
De: Bajo el secreto de una luz
memorable
Daniel Noya